domingo, 14 de febrero de 2010

Goethe y las cotiledóneas

Goethe es un extraño para mí: lo he leído con fruición en sus novelas y poesía y, por ciertos atavismos del sur, me parece lejano en lo cultural y lo personal. Y sin embargo le entiendo en muchas formas de ser/estar. No en las aristocráticos ademanes ni en los comportamientos elitistas que le caracterizaron, pero sí en la planificación tranquila de la vida, en su manera de estar en el tiempo considerando la poca trayectoria que tenemos como una carrera de resistencia, no de velocidad. Escribe ya tardíamente, cuando era conocido por muchas, demasiadas, cosas:

"El público desorientado, en tanto que desea ser servido bien y uniformemente, demanda de toda persona que persevere en su propio ámbito. Es una demanda bien cimentada pues quien desee lograr la excelencia, que es infinita en alcance, no debería aventurarse en toda senda que Dios o la Naturaleza le ofrezcan. Por esta razón se espera que una persona que se ha distinguido en un campo y cuya manera y estilo son reconocidos y estimados, no deje ese campo y mucho menos se aventure en uno completamente ajeno. Quien lo intente no encontrará gratitud, e incluso si lo hace bien no será elogiado. Pero una persona de intelecto vivo siente que no existe para el público sino para sí misma. No quiere agotarse ni desperdiciarse haciendo siempre lo mismo, una y otra vez. Es más, una persona con energía y talento lleva algo universal en sí que la obliga a olfatear por aquí y por allá y a seleccionar su campo de actividad de acuerdo a sus propios deseos."

Goethe investigó los colores y publicó escritos sobre Botánica defendiendo la unidad de lo orgánico como despliegue de una forma desde lo simple a lo complejo. En él se encuentran las bases que han configurado el formalismo contemporáneo de Hegel al estructuralismo francés. Su romanticismo y su actitud ilustrada y científica ante el mundo no se enfrentan sino que se entremezclan de una forma a veces compleja y difícil de entender, a veces clara: su larguísima obra sobre el aprendizaje de un chaval que quiso ser actor y acabó siendo artesano explica bien su trayectoria: llega a ser lo que eres, no te importen las clasificaciones de mérito social.
Quienes tnemos que vivir con el curriculum vitae colgado del cuello como collar (bozal) sabemos más que bien de lo trágico del ideal goethiano. Se supone que fue el ideal renacentista, pero es falso, es un ideal completamente moderno, en una modernidad configurada por las profesiones: "profesar" como acto de subordinación y sumisión a una "disciplina" social.
Todos los años me encuentro ante el dilema de quien tiene que aconsejar, y a veces dirigir, los primeros pasos de la vida de quienes te siguen. Me gustaría decirles, como en la carta paulina: "prueba de todo, quédate con lo mejor". Me gustaría decirles: "disciplínate", sigue una senda recta e identificable. Y sé que mis deseos son contradictorios como lo es mi vida.
Mis colegas me miran a veces con esa simpatía distante de quien se siente seguro en su camino y alaban (con compasión) el que me interesen cosas contradictorias. A veces, creo que miran así al mundo. Y me acuerdo de Goethe, sólo alabado en su ciencia por Etienne Geoffroy de Saint-Hilaire, un marginal en la ciencia y en la política de la ciencia francesa napoleónica frente a los triunfantes cuviers, que siempre lo tuvieron claro. Pero recuerdo a la vez un texto de Charles Lyell, quien visitó el sancta-sanctorum de Cuvier y describe con ese destructivo sarcasmo que sólo los anglosajones poseen: un salón grande, con once escritorios todos limpios y ordenados por sus colaboradores y unas mesas bajas donde a veces descansaba. El gran científico que dominó la ciencia europea. Creo haber conocido ya unos cuantos cuviers: su mesa limpia y ordenada, su despacho limpio y ordenado, su cabeza limpia y ordenada, su cerebro limpio y ordenado.
Prefiero las cotiledóneas de Goethe.

3 comentarios:

  1. Yo tambien las prefiero, y de hecho preferiria no tener que adscribirme a una profesion determinada jamas. Licenciada en Humanidades, ahora se me obliga a elegir -y a descartar, por consiguiente- si es que quiero, como Cuvier, llegar a dominar algo alguna vez. Creo que empiezo a decantarme por abarcar mucho, pese a que ello signifique apretar algo menos. El problema de las sendas rectas e identificables es que son aburridas.

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  2. Profesor, ya que habla del ideal renacentista:

    =o=

    Nunca tuvo un título ni pretendió dominar ninguna materia pero fue el mejor en todas. Llegó a soñar con dominar el aire...

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  3. yo creo que variar está muy bien si tienes esa seguridad económica que tenía Goethe, en la actualidad se puede llegar a ese estado de libertad bien siendo el hijo de algún acaudalado o bien siendo funcionario; extremo este último que se me hace factible y en el que ando. Para cultivar un bello jardín es mejor no centrarse en una sola especie.

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