martes, 25 de mayo de 2010

Disciplinar(es)

Acabamos una jornada y media de tranquilo debate entre amigos sobre el qué ver, qué juzgar, qué hacer en las humanidades, vistas desde donde estamos cada uno en su sitio y lugar, y vistas torciendo la mirada hacia donde vamos, mirando cada uno desde y con sus deseos y miedos. Jesús (Vega) y el que suscribe hemos intentado, nos hemos atrevido a, pensar en un mundo cultural a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre, tras las disciplinas. Disciplinas e Ilustración se interdefinen: fueron las disciplinas las que crearon la división del trabajo que hizo posible el mundo ilustrado, fue la Ilustración la que creó el ideal de la profesión. El ideal de una vida vocacional de profeso, profesor, profesional. Un ideal que dio lugar a una forma particular de ciudadano, la de quien cursa una profesión liberal, producto de una vocación y un compromiso que le diferencia por igual del aristócrata y del artesano. Un ser exquisito diferente de quien no posee sino su riqueza y de quien no posee sino sus destrezas. ¿Cómo ser ilustrado en un mundo de disciplinas?, ¿cómo comprender ese mundo? Los proyectos de enciclopedias fueron un primer intento de respuesta, Bouvard y Pécuchet de Flaubert debiera habernos hecho conscientes de que ese intento se estaba agotando, pero desgraciadamente los profesionales-profesores leen poco fuera de su disciplina. Intra-inter-trans-disciplinar: como si fuesen opciones distintas, como si no fuesen signos de sumisión a un ideal de sacerdocio laico. Disciplinar.

Un día de 1979 escribe Roland Barthes una entrada alrededor de una intrigante declaración de Flaubert: " yo escribo no para el lector de hoy sino para todos los lectores que pudieran presentarse mientras la lengua viva". En un ejercicio borgiano (Pierre Menard,...) Barthes enuncia dos lecturas de la frase. La primera trivial: la de quien se propone como universal por encima de la historia. No está ahí Flaubert, nos responde RB: el punto está en "mientras la lengua viva". La lengua ha sido definida como una patria, como un lugar, como un espíritu. Pero en lo que consiste realmente es en no ser nada de esto: por el contrario --interpreto la interpretación de RB-- , está en ser un no-lugar, un lugar que guarda los lugares, que guarda las sillas vacías de los posibles otros-lectores.

Escribimos ahora, pensamos, de formas que no siempre son logocéntricas: pensamos en y con imágenes, pensamos en y con gestos, pensamos en y con acciones; pero deberíamos suscribir el programa de Flaubert: escribir, pensar, a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre, tras quienes no están pero podrían y deberían estar.

Olvidar los lugares, los corrales-corralitos, las profesiones y vocaciones, las llamadas a una misión. Olvidar todo menos a quienes podrían ocupar el lugar de quienes escuchan, miran, leen.

1 comentario:

  1. Estupendo, esa que usted describe es la esencia. Consiste en hacer algo con nivel independientemente de quién sea el sujeto al que se dirige, que en el caso de las letras puede ser alguien o puede no ser nadie quien lo lea, en el caso de los puentes pueden ser los vehículos de tal o cual tonelaje, o puede ser ningún vehículo, etc.

    Por eso parece tan malo que, a menudo, el objetivo de alguien que estudie, pueda ser obtener una titulación, que toma la forma simbólica de llave que permite ejercer, y que sin embargo, es sólo el indicio de una posible capacitación que luego ha de ser demostrada en la práctica.

    Para mí, más allá de la titulación, que depende de muchos factores arbitrarios y temporales (planes de estudio, decisiones del personal académico, decisiones políticas, económicas, puntuales y coyunturales, incluso de la profesionalidad del personal docente -¿quién vigila a los vigilantes?-, etc...) existe la vocación, el gusto por algo que se sabe no existe materialmente pero en cuyo nombre han obrado muchos otras personas que profesaban ese mismo gusto a lo largo de la historia y, acercándose a esa idea o ideas abstractas que dirigen a la disciplina, por medio de las leyes que la constituyen, el profesional llega a conseguir un saber intuitivo que la representa más o menos fielmente en uno mismo. Y todo ello sin dejar de ser persona, o mejor aún, añadiéndole atributos a ese ser, sin restarle ninguno de los atributos deseables para el ser humano, y siendo el primero de todos ellos la respons-abilidad

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