viernes, 7 de mayo de 2010

La nostalgia de Ariel


Aún no he despertado del sueño en el que me sumió La Tempestad, puesta en escena en el Lope de Vega por The Bridge Project, dirigida por Sam Mendes (Camino a Perdición). Una actuación majestuosa, en tempo lento, minimal, iluminando los oscuros rincones metafísicos de Shakespeare, haciendo justicia a una obra tardía, escéptica, melancólica. Era el escenario un círculo de arena que mostraba a los actores en el momento de la escena; más allá el trasfondo entre doméstico y abstracto de la cueva de Próspero. Subraya Mendes los elementos oníricos del drama: no hay acción. La acción/el sueño en tiempo real, en tres horas aparentes, en las que Prospero diseña, desenvuelve y decide abandonar su largamente programada venganza sobre los que un día le traicionaron. Mas ahora le traicionan la compasión, el amor, la melancolía, el hastío.
El viejo Shakespeare propuso en The Tempest un experimento mental símil del platónico anillo de Giges: imagina que tienes un libro que te permite dominar las fuerzas naturales, que te da el poder de transformar la realidad en apariencia. Imagina que eres dueño del destino. Imagina tu mayor resentimiento, tu deseo de venganza. Imagina que Ariel te obedece.
Algunas lecturas (Planeta prohibido, la película de Wylcox de 1956, imprescindible) se han quedado aquí: The Tempest como una meditación sobre la técnica. Pero la pregunta shakespeariana trata del deseo que se vuelve contra sí mismo: del tiempo de la venganza como un tiempo que se desvela sin sentido, un plato frío que ha dejado de apetecer.
Prospero ordena el destino de sus viejos enemigos, los trae a su terreno, los rodea de sueño y pesadillas, los abruma de dolor. Y encuentra que no controla el destino de sí mismo: le conmueve el amor de su hija Miranda y el hijo del enemigo. Le conmueve la vida. Ha encontrado que el poder, Ariel, no es más que un sueño, aire que le mira con melancolía y distancia.

Han celebrado el amor de la pareja con una fiesta. Prospero ha convocado a sus goblins para que actúen de diosas de la fertilidad y el amor. Han reído, cantado y bailado. Prospero decide acabar la fiesta. Todo es sueño, todo apariencia. Los actores eran humo que se esfuma:

Our revels now are ended. These our actors,
As I foretold you, were all siprits, and
Are melted into air, into thin air:
And, like the baseless fabric of this vision,
The cloud-capp'd towers, the gorgeus palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Yea, all which it inherit, shall disolve,
And like this insubstantial pageant faded,
Leave nor a rack behind. We are such stuff
As dreams are made on; and our little life
Is rounded with a sleep. - Sir, I am vext;
Bear with my weakness, my old brain is troubled;
Be not disturb'd with my infirmity:

"We are such stuff as dreams are made on": somos de la misma arcilla de la que están hechos los sueños. Una estofa, una extraña materia que nos teje. Nuestra pequeña vida es perfilada por un sueño. Prospero descubre que la venganza es un sueño de un sueño, un titilar del aire que ha confundido con el poder.
Prospero y Ariel se miran: el sujeto y el poder. Se compadecen. Se disipan. El viejo Shakespeare anticipa al viejo Marx: todo lo sólido se desvanece.
Fernando Rodríguez de la Flor nos ha enseñado que sólo ahora, después de la Ilustración, entendemos a los barrocos.

7 comentarios:

  1. "transformar la realidad en apariencia." Preciso.

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  2. y la apariencia en identidad. El control del yo por lo banal. Es lo que vivo en Apaña.

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  3. ¿Es que en España hubo alguna vez Ilustración y Barroco?; ¿es que acaso hubo aquí alguna vez entenidmiento?

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  4. Estimados comentadores: os agradezco muy sinceramente la atención y los comentarios, pero os agradecería que no argumentéis desde un lugar y una instancia que presuponéis común y que yo no sé si es tal y que cada día entiendo menos. No sé que significa España con mayúscula. Creo pertenecer, y a veces amar, a alguna de las españas que me habitan y en las que habito, pero el nombre con mayúscula sólo lo he oído para insultar y oprimir. Nací y he vivido casi toda mi vida en la Raya de Portugal (una vez Aznar echó una carcajada cuando un periodista le preguntó por la Raya de Portugal: ¿qué raya?-decía entre estertores. Así que me considero una persona de fronteras que no entiende de pratrias o matrias, y a la que le gustaría entender más de hermandades y germanías. De modo que si os irrita mi falta de patriotismo dejad de leedme: hay otros muchos sitios.

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  5. En absoluto, señor Broncano, ha sido nada contra usted. En este país parece que vayamos tod@s contra tod@s sin distinguir, como una forma de pagar en uno lo que es de otro.

    Sin embargo, yo vuelvo a preguntar: "¿Dónde está la Ilustración en este país?", "¿dónde está el barroco?". ¿Cuánt@s de sus lector@s o de sus alumnos, o de las personas con las que a diario nos juntamos han leído o aprecian a Quevedo, Góngora, Cervantes o Shakespeare?. De eso es de lo que me quejo, no de su cultura enciclopédica, sino del abismo que media entre aquello de lo que usted habla y aquello con lo que a diario, como ciudadanos, nos encontramos.

    Desconfiamos del otro más que intentar hablar con él sobre el sueño de una noche de verano o de cómo Quijote arremete contra los molinos... debe ser una característica de la psique implantada por el fascismo en los cuarenta años de impunidad en que el chivateo y la miseria se impusieron sobre los grandes valores de España, los defendidos por la generación del 27 o los alegres del siglo de oro.

    No se moleste usted, sr. Broncano, conmigo, porque creo que en ningún momento me he dirigido a usted en persona o a través de mi pc, para reprocharle nada personalmente, sino tal vez para que pudiéramos contemplar todos usted incluído - si es que usted también lo desea- la gran miseria moral a que nos condujo aquel general infame que olvidó las Hurdes y el desarrollo de casi todo el país, y de los nietos de esa casta de gentuza innoble, a uno de los cuales ha nombrado, y que nos han hecho olvidar con su iniquidad a Machado, a Hernández, y cómo no, también a Cervantes o a Lope de Vega. En su lugar, ¿pretenden imponernos a Ballester?... asco de país. ¿Es que si realmente hubiera entendimiento en este país no sería completa e intuitivamente comprensible que es imposible comparar a García Lorca con Pemán?. ¿Cómo decir que uno tiene talento y el otro tiene ganas y deseo de tenerlo?. Es de la misma manera en que podemos comparar a D. Enrique Tierno Galván y E. Aguirre. Es la miseria moral, profesor, una contra la cual necesitamos sus escritos como vacuna para despertar...

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  6. Estimado Fernando. Solo quería comentarle el inmenso placer que me produce leerlo. Deja en mi tantas inquietudes, tantas ansias de buscar, de conocer, de reflexionar sobre lo aprendido y lo vividol. Muchas gracias.

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  7. Fernando, te agradezco mucho este comentario. Como sabes, hace mucho que me intriga la última obra de Shakespeare, su falta de peripecia, la omnipresencia de control en Prospero, la ausencia de una verdadera crisis. Al ser su última obra, ni tragedia ni comedia, tiendo a interpretarla como un testamento. Shakespeare intenta decirnos algo con ella. La relación ambigua del poder que se establece cuando se han consumado sus posibilidades, el hastío al que haces referencia es, posiblemente, el testimonio de un creador que ha llegado al final de su carrera.
    Por último, te recuerdo la version de Peter Greenaway, "Los libros de próspero". Por un lado, se centra en el libro (los libros) como artefacto y como paisaje y no sólo como forma de saber. Por el otro, presenta a Próspero como un creador de imágenes: los hechizos son glamour, apariencia, más que agencia en el sentido político del término. Próspero hace cosas, pero más que intervenir de manera directa, es quien diseña nuevos horizontes de posibilidades, sirviéndose para ello, como affordances, de sus libros.

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