sábado, 11 de septiembre de 2010

Blues de la frontera



Escucho a Raimundo Amador, en la plaza de mi pueblo en ferias, tocar con su grupo el Blues de la Frontera de Pata Negra. Una plaza entre el barroco y la ilustración, una ciudad de la Raya, entre la niebla y la luz, entre vetones y vacceos, entre la dehesa y la pampa, entre el sueño y la desesperación. Una multitud entre el hastío y la curiosidad. Un blues desde el flamenco, entre Triana y San Luis. Y siento la perfección del momento: la existencia en la frontera como un permanente deseo de atravesar y un oculto conocimiento de la imposibilidad de hacerlo. La tragedia de la conciencia, sostiene Sartre, es que su ser es lo que ella no es y no es lo que ella es. Un ser escapando de sí en el proyecto de sí hacia las posibilidades que ella es. Un juego de palabras que suena como la guitarra de RA, intentando escapar de Triana sin llegar nunca a San Luis, tensando la nota que para dejar de ser lo que no es. Por un momento el público siente que la frontera puede ser atravesada y sabe también que jamás la atravesará. Ser es ser posibilidades. Ser es saber que esas posibilidades se escapan cada vez que se quieren alcanzar.

La frontera es infinita: va con nosotros y con nosotros se traslada hasta que el horizonte se pierde en la niebla.

La frontera se extiende en dos direcciones: un lugar del que queremos escapar y va con nosotros, un lugar posible al que no llegamos y va con nosotros.

El anillo del destino en macht point girando sobre sí a punto de (no) caer hacia ninguno de los dos lados.

Calla la guitarra y se disuelve la multitud: la frontera se ha cerrado.


1 comentario:

  1. Creo que las fronteras demarcan espacios de posibilidades, pero no clausuran. Algunas fronteras son transparentes nos permiten ver más allá, en los espacios contiguos y, en función de lo que vemos, desarrollar estrategias para entrar y salir de unos y otros con -relativo- éxito. Por ejemplo, de los espacios que delimitan los pares dicotómicos que mencionabas en un post anterior; de la modernidad y la postmodernidad mismas (si alguna vez encontramos que esto último es, efectivamente, un espacio de posibilidades original, y no se construye meramente como negación o diferenciación del anterior). No sé, creo que lo lindo de ver la frontera son esas ganas irremediables que te provoca de saltarla, como una criatura.

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