sábado, 25 de septiembre de 2010

El tiempo de los reyes


¿Para qué sirve la Historia como escritura del pasado? Hay varias respuestas que nos llevan a diversos niveles de importancia de sus funciones. Pero sobre todas ellas, me parece que la elaboración de la memoria colectiva es la que cala más profundo. La mayoría de las sociedades del pasado no tenían esto que llamamos Historia: tenían, en el mejor de los casos, anales, es decir, registros de los hechos memorables para los propósitos del poder instituido. Traficaban también con relatos de un pasado imaginario donde se depositaba el saber político y moral de la comunidad. Pero no es Historia. La historia siempre es presente reflexivo: es el trabajo sobre los registros del pasado para convertirlos en experiencia presente. Por ello la tensión entre las diversas voces y reclamos del pasado. Cada quien quiere su puesto en los escritos de la Historia, pues todo grupo quiere ser reconocido y formar parte de la experiencia de la Humanidad.
Pero no es la defensa del presentismo (por lo demás tan fácil de hacer por obvia como difíciles de sostener las posiciones neo-románticas neo-historicistas que creen que la Historia puede y debe recuperar el pasado: el pasado sin presente está ciego, el presente sin pasado está vacío) sobre lo que quiero atraer la atención. Ha sido un texto de Gaston Bachelard, el gran historiador de la ciencia y filósofo francés, el que me lleva hacia una función de la historiografía más importante de lo que parece. Es un texto del bello libro La intuición del instante, escrito contra la filosofía de Bergson en 1932, cuando todavía Bergson tenía un peso importante en la filosofía del tiempo:

"En el fondo, nos es preciso aprender una y otra vez nuestra propia cronología y, para este estudio, recurrimos a los cuadros sinópticos, verdaderos resúmenes de las coincidencias más accidentales. Y así es como en los corazones más humildes viene a inscribirse la historia de los reyes. Mal sabríamos nuestra propia historia o cuando menos nuestra propia historia estaría llena de anacronismos, si estuviéramos menos atentos a la historia contemporánea. Mediante la elección tan insignificante de un presidente de la República localizamos con rapidez y precisión tal o cual recuerdo íntimo"

La tarea de la Historia, sostiene Bachelard, es ayudar a localizarnos. En el tiempo, desde luego, pero también y sobre todo, en la biografía de la colectividad. A encontrar nuestro instante. A situarnos en el tiempo público y colectivo. Y por eso mismo a construir nuestra biografía que no es sino la forma en que los humanos construimos nuestra identidad.

Al fin y al cabo el tiempo de los reyes sí sirve para algo.

PD: A pesar de lo dicho, toda mi admiración, envidia y todo mi reconocimiento a los que dejan su tiempo y su paciencia reconstruyendo, traduciendo, interpretando, compartiendo, ...., los registros del pasado. Sin embargo, no hacen Historia: la hacen posible. Nada más, nada menos.

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