viernes, 17 de septiembre de 2010

Espejos del sentido


El primero de los Tres sueños de Georg Trakl rodea el relato del monje que soñaba ser una mariposa sin saber si era una mariposa que soñaba ser un monje. Lo bordea por los límites del aburrido tema de lo real que tanto ha dado que escribir a la filosofía de las recientes (felizmente acabadas) décadas y lo lleva al abismo inquietante de la duda sobre el sentido:


Creo haber soñado con un caer de hojas,
con bosques inmensos y lagos tenebrosos,
con el eco de palabras tristes -
pero sin comprender del todo su sentido.

Creo haber soñado con un caer de estrellas,
con súplicas llorosas de unos pálidos ojos,
con el eco de una sonrisa -
pero sin comprender del todo su sentido.

Como un caer de hojas, como un caer de estrellas,
así yo me veía, siempre yendo y viniendo,
eco inmortal de un sueño -
pero sin comprender del todo su sentido.


Lo que inquieta de la duda no es el no saber/no saberse en un sueño o en un mundo, ni siquiera el no saberse como se es. Lo que inquieta del poema de Trakl es que se sabe una metáfora, un relato de sí: un caer de hojas, un caer de estrellas. Y no comprende su sentido.

Trakl da en el centro de la angustia de la identidad. No es el no saber qué se es o qué se va a ser, como le ocurre a los personajes que nadan en la mala fe de Sartre. Trakl lo sabe. Lo sabe con exactitud. Pero no lo entiende.

En Trakl el paisaje es el espejo del sentido: las tardes invernales, los bosques, los ciervos, como los caballos azules de Franz Marc, tan próximo, son reflejos de sí mismo, o él es reflejo de aquéllos. Pero saberlo no es consuelo.

Hemos vivido en una cultura obsesionada por la pregunta por la identidad (fundamentalismos &Cia.) mas ocurre que la identidad es una pregunta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario