viernes, 29 de octubre de 2010

Lados del lenguaje


Ciencia, filosofía, poesía: como si el lenguaje fuese un poliedro en el que se te permitiese estar en una de las caras pero ver la otra de lejos. Como si las transiciones fuesen siempre inevitables.

Mientras preparo comentarios de Wittgenstein y Proust para el curso sobre la identidad, me encuentro con la reciente traducción de los poemas de Verónica Forrest-Thomson, breve poeta inglesa que se suicidó en 1975; que estuvo casada y divorciada del crítico Jonathan Culler; que, a pesar de moverse en lo más sofisticado de la posmodernidad, admiró la ciencia y la filosofía exacta y escribió un poema que me cae como una losa en este instante porque une en un mismo texto, en un mismo lenguaje que entiendo y que necesitaría una vida para decir por qué, a Proust, a Wittgenstein y al sentimiento que tenemos todos los que alguna vez escribimos con más lucidez que pericia que hay un pozo profundo entre la escritura y el ser capaces de iluminar las profundidades. He retirado del poema las notas que lo completan. Forman parte del poema pero no añaden nada al sentido de lo que me urge expresar: Proust y el dolor como el único lugar en el que la escritura puede hablar sobre algo que represente la subjetividad sin mediaciones; Wittgenstein y la conciencia del lenguaje como algo más/menos que una jaula: como un lugar en el que vivir; la nostalgia de la poeta de un libro que nunca escribirá: el libro que todos leemos y que nos hace seguir habitando en la casa del lenguaje a pesar de que hace tiempo que tendríamos que habernos ido a vivir la vida:

El Libro Marrón

Pero en un cuento de hadas la marmita también puede oír y ver

y ayudar al héroe en su tarea
de alentar algo hasta convertirlo en sus propios pensamientos,
Noms de Personnes, Noms de Pays

como Proust enseñó le tout Paris
su pequeña frase
intentando conseguirlo entre el dolor y su expresión.
La vida yace entre Combray y Illiers.

No es imposible que las reflexiones en torno a una magdalena
iluminen una mente,
pero un hombre que quiere detalles concretos
grita de dolor

con la superficie afásica de los objetos y sucesos
de un día,
sólo puede elegir la boca con la que dice:
debería haberme gustado escribir un buen libro.

Eso no ha ocurrido
pero ya pasó el tiempo en que podía mejorarlo.

Verónica Forrest-Thomson. Traducción de Raúl Díaz Rosales. Poesía. f. figura de pensamiento. Antología


sábado, 23 de octubre de 2010

Lazos débiles

La reciente película de David Fincher, Redes Sociales, me trae a escribir sobre este homónimo tópico (en los dos sentidos del anglicismo y del español: temática y tema trillado) sobre el que inevitablemente varios alumnos me proponen cada curso hacer un trabajo y a los que aconsejo pensárselo dos veces para no escribir las simplezas que probablemente coincidirían con las que voy yo a perpetrar ahora.
Antes de seguir: la película es recomendable. El director de Alien 3, Seven, El club de la lucha, Zodiac, es un experto en el desasosiego, en los espacios oscuros donde se entretejen pulsiones de violencia y angustia inacabable. Podría haber sido la película de un triunfo a la americana y tiene los tintes negros de un drama macbethiano que esboza las entretelas de la sociedad de la competencia, que aprenden los chicos en Harvard Square entre las pintas de las cervecerías donde se reúnen los autoconfiados estudiantes de la élite del mundo, y después desarrollan en sus carreras por la meta del primer millón de dólares. El caso es que la película relata el nacimiento de FaceBook y ésa es una de las razones de estas líneas.
Tendría que hablar del narcisismo, de la búsqueda de la hipervisibilidad que padecemos, del fetichismo de la pantalla que sustituye las redes sociales por redes sociales-en-la-imagen , de la instantaneidad de las reacciones Me gusta/No me gusta que traen las redes sociales, de ... (sí: a pesar de/a fuer de ser bloguero me queda aún la lucidez autocrítica suficiente para saber lo que nos pasa). Se me ocurren muchas razones para las críticas. La sociedad red no es una sociedad de nueva libertad, sólo es un espejo de lo que ocurre antes y después de la web.
Y sin embargo. Y sin embargo. Hay algo, un fantasma, un nuevo deseo, un ángel que alguna vez nos ha tocado con su ala en algún instante apenas percibido. Es el impulso de la nostalgia de la asociación, de un sueño de vivir en un mundo donde la soledad de las cuatro paredes, los cuatro amigos, las cuatro relaciones del trabajo, los cuatro familiares, se levante como niebla en un paisaje de tramas y densos lazos de sociedad.
Ocurre a veces. Es un viento de esperanza que recorre el espacio y crea vínculos donde había átomos; saca a las gentes a la ventana y a las calles y los conduce a zonas de convergencia, a cruces y entrecruces de caminos.
Remedios Zafra escribió en Netianas cómo surgía oculta bajo la pantalla una forma nueva de activismos feministas que no tienen apenas reflejo en los grandes medios pero que ha creado una nueva trama de sentido y comunidad. Antesdeayer, una ex-alumna, Almudena Carrillo, me contaba el proyecto en el que trabaja, un diario en español creado a partir de una red de blogs que aspira a ser una ventana libre. Sostenía, con toda la razón, que la vieja prensa sólo sobrevive porque las grandes fuerzas pagan por tener creadores de opinión, que la información ya podría discurrir, crearse y distribuirse de otras formas.
A veces ocurre. En los años de la dictadura, cuando más arreciaba el granizo de la desesperanza, la televisión, que traía los toros y el furbo, también trajo un fenómeno curioso: España se llenó de teleclubs que en muy pocos años, entre el 65 y el 75, crearon un tejido espeso de relaciones sin el que no se explicaría el leve antifranquismo que nos hizo soportar algo aquello. Los teleclubs fueron las escuelas de la resistencia, pero sobre todo y antes que cualquier otra cosa fueron escuelas de esperanza (aún esperan que su historia sea escrita por historiadores que atiendan no sólo a la aburrida historia oficial de los partidos). La transición barrió todas las redes sociales en una movida de movidas que destejió aquellos tejidos. Varias décadas de cadaunoalosuyoensucasa.
Pero tal vez corran nuevos vientos que por debajo o por encima del ensimismamiento en la imagen traigan la fuerza de los lazos débiles. De los lazos de los débiles.


lunes, 18 de octubre de 2010

Negación del tiempo


No seré el primero ni seré el último en decir y creer que la memoria y la imaginación son la negación del tiempo. Que la memoria y la imaginación crean los relatos y que los relatos vencen al tiempo. Que las imágenes permanecen más allá de la vida y que las imágenes vencen al tiempo. Que fuimos, somos y seremos personajes de una historia que fue y será contada en momentos y lugares en los que nuestro cuerpo no esté ya presente. Que en cada uno de nosotros están todos los héroes y todas las víctimas; todos los que vivieron para que la historia continuase. Que la amistad está hecha, y sólo hecha, de memoria e imaginación. Que los amigos se encargan de vencer al tiempo por nosotros. Que la amistad es la eternidad que nos cabe esperar: suficiente para vencer al tiempo.

Mientras espero, pues dentro de unos momentos, en la inauguración del máster de Teoría y Crítica de la Cultura, leeremos un texto magistral de José Luis Brea (publicado en Estudios visuales, en el 2004, http://www.estudiosvisuales.net/revista/pdf/num2/universidad.pdf sobre la universidad performativa como universidad de la excelencia en el disentimiento, del disentimiento excelente), se me ocurre que podemos vencer al tiempo. Que ya lo hemos vencido.

lunes, 11 de octubre de 2010

Alguien tendrá que hacerlo


Encuentro a Carmen Castrillo, ahora empeñada en maravillosos monólogos por los escenarios, paseando ensimismada aprendiéndose este maravilloso poema de Wilawa Szymborska:

Fin y principio

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

De "Fin y principio" 1993
Versión de Abel A. Murcia



El poema es un canto a los inexpertos, una suerte de llamada contra la necesidad, contra las cadenas de causas y consecuencias, a favor de los lazos débiles. Cuando todo es griterío, alguien tiene que recordarnos las cosas más simples de la vida: que acabarán los poderosos poniéndolo todo perdido y alguien tendrá que limpiar sus desperdicios. Desde hace más de un siglo hemos configurado la metafísica de la existencia contemporánea a imagen y semejanza de las guerras, o de los juegos: es lo mismo. Competencia, ganar,mercado, juego. Alguien tendrá que limpiar todo eso, digo yo.


sábado, 9 de octubre de 2010

Tlatelolco, Cascorro



Llego exhausto de México DF. Algunos estudiantes conmemoran por La Alameda el aniversario de la noche de Tlatelolco (matanza de estudiantes que se manifestaban en la Plaza de las tres culturas en 1968); el país conmemora el centenario de la República y el centenario de la Revolución. Anda la gente renovando las señas de identidad: en el Museo de Antropología, miles y miles de mexicanos recorren las salas mexica, maya, tolteca,... en ritos de identificación. Por todas partes se oyen conversaciones sobre lo que son-somos-seremos.DF parece una ciudad ensimismada.
DF es una macrópolis que siempre me parece una ciudad del futuro: milagrosa, mágica, orgullosa y suave, construida sobre impredecibles equilibrios. Todas las formas de vida se distribuyen en una insólita capacidad de simbiosis. Tomo la línea 3 del metro: Indios Verdes- Universidad que recorre DF de norte a sur: más grande que el universo es la sucesión de gentes que hablan de tiempos incongruentes entre el tiempo presente y el pasado. Entran continuamente a los vagones vendedores de todos los tipos de pequeñas mercancías, predicadores de todas las ideas, cantantes de todas las músicas. Los simbiontes del metro cartografían las culturas de la macrópolis: prefiero el metro a cualquier transporte para conocer el alma de las ciudades y en cuanto puedo me introduzco allí para sentir los pulsos de la polis. Allí están los que sobreviven, los que no miran más que al interior de su cansancio.
Rosaura Ruiz, rutilante nueva directora de la facultad de ciencias de la UNAM, facultad que fue siempre el centro de todas las luchas estudiantiles, de Tlatelolco a los zapatistas, se queja de la poca atención de México a la ciencia. Puede ser: pertenecemos a la misma cultura barroca. Objeto, sin embargo, que México es un universo de creatividad, más cerca del futuro que las viejas ciudades europeas. Un espectáculo de vida abriéndose paso.
En Madrid ya se huelen las nubes oscuras del otoño: españas que afilan los cuchillos; españas que tienen nostalgia de la política de machos-machos frente a estas políticas de señoritas. Se huele el temor de un país de nuevos ricos. Echo de menos el sentido de destino, la dignidad de la pobreza y al tiempo la invencible creatividad de los simbiontes de la línea 3. Espacios de esperanza allí donde están las rendijas de los espacios de capital: quienes se han situado en lo peor, con la tranquila mirada de sísifos, no pierden el tiempo en el territorio del miedo. Tienen que sobrevivir.