miércoles, 29 de diciembre de 2010

El arte de la distancia


Según muchos pensadores contemporáneos muy cercanos a las tesis de la sociedad del espectáculo de Guy Debord, la función de la ideología habría ya desaparecido en las formas contemporáneas de capitalismo. La ideología, para la filosofía marxista, tiene como función ocultar la realidad y las condiciones reales de existencia, la naturaleza social de los vínculos que atan a los grupos y clases, y presentar como sustituto la idea de fuerzas naturales que hacen que parezca natural y necesario lo que no es sino artificial y contingente. En la sociedad del espectáculo rige por el contrario una razón cínica donde todos saben lo que pasa, pero no importa. La ideología ya no oculta, al contrario, hace visibles los lugares y puestos de cada grupo y clase. No hay nada que ocultar porque, sostienen estos autores, se ha creado ya la convicción de que no hay alternativa posible. Todo es imagen, simulacro, todo está a la vista: disfrutamos de los placeres y los dolores del mundo a la hora de las noticias. Nadie se engaña. Pero el efecto es el mismo: saber que es artificial no cambia la convicción de que no hay alternativa.
Tengo que confesar que nunca he sido suficientemente posmoderno como para dejarme sugestionar por las tesis de la sociedad del espectáculo completamente (aunque me parecen iluminadoras en otros aspectos). Más bien creo lo contrario: que estamos perdiendo el arte de la distancia, de la sospecha de que podemos estar siendo engañados, incluso o sobre todo por nosotros mismos. Demasiada realidad, por mucho que se disfrace de simulacro.
Como si no fueran ya necesarios los relatos y la imaginación. No es por ello extraño que la gente confunda la imaginación con los videojuegos que repiten una y otra vez la misma jugada, el mismo personaje, la misma historia.
Algunos piensan que la filtración de los papeles de Wikileaks confirma lo que ya sabíamos. Todo a la vista.
Pero no. No porque exista algo sorprendente en esos papeles: quién se va a asombrar de que los gobiernos mientan a sus ciudadanos. Sino porque restaura la imaginación y la capacidad de distinguir el espectáculo y la realidad. Demasiada realidad: ya no importa la información cuando hay demasiada realidad. Pero no. Necesitamos la información porque estamos perdiendo la capacidad de imaginar.

El filósofo canadiense Peter Ludlow ha escrito recientemente un trabajo sobre la filosofía política de Julian Assange y su tesis de que las redes que él llama "conspiraciones" son nuevas instituciones que actúan sin cabeza, pero con una dirección definida: no sirve cambiar una parte, sino mostrar que en la sociedad actúan estas estructuras. Son estructuras que producen ocultamientos no porque haya nada que ocultar necesariamente, sino porque lo que se quiere ocultar es la propia responsabilidad. Es interesante sobre todo porque explica la omnipresencia de estos mecanismos y de cómo son tan absorbentes, y sobre todo tan alejados de cualquier glamour que pudiese pensarse asociado al término "conspiración": las conspiraciones, sostiene son mecanismos cognitivos más que otra cosa. Puede que la ideología ya no sea lo que fue. Pero el engaño y el autoengaño siguen siendo lo que siempre fueron.


(Hay innumerables entradas en la red, entre ellas en su página personal).


jueves, 23 de diciembre de 2010

También se cantará en los tiempos oscuros




(Paul Klee: El ángel olvidadizo)


VII


Siempre puede haber un tiempo de inocencia.
Nunca existe un lugar. O si no existe un tiempo,
Si no es cosa de tiempo, ni de espacio,

Existiendo, a solas, en su idea,
En el sentido contra la calamidad, no es por ello
Menos real. Para el filósofo más frío y más anciano

Hay o debe de haber un tiempo de inocencia
Como puro principio. Su naturaleza es su fin,
Que debería ser y no ser a un tiempo, una cosa

Que estimula la piedad de un hombre piadoso,
Como un libro al atardecer, hermoso pero falso.
Como un libro al alba, hermoso y verdadero.

Es como una cosa de éter que existe
Casi como predicado. Pero existe,
Existe, y es visible, existe, es.

Así, entonces, estas luces, no son un hechizo de luz,
Un refrán caído de una nube, sino inocencia.
Inocencia de la tierra y no un signo falso

O un símbolo de malicia. Que participamos
De eso mismo, yacemos como niños en esta santidad,
Como si, despiertos, yaciésemos en la quietud del sueño,

Como si la madre inocente cantase en la oscuridad
De la habitación y en un acordeón apenas oído,
Crease el tiempo y el espacio en el que respirábamos..

(Wallace Stevens)


Que la felicidad os encuentre disponibles


domingo, 19 de diciembre de 2010

Producción de ausencia





Acabo de ver Film Socialisme de Godard y querría que la palabra e imagen sirviera de tarjeta de felicitación de fin de año a todos los que están por ahí, enredados.

No llegará lejos. Claro. Hoy El Semanal de El País trae en portada a Belén Esteban como fenómeno mediático (para quienes leen desde otros lugares, se trata de una persona que ha logrado una audiencia que sólo la TV consigue en estos tiempos: exhibiendo la curiosidad, o monstruosidad, de una nativa de la clase obrera con todos sus dejes que ha llegado a su media hora de fama por sus trayectorias carnales. No tiene que ver con ella lo que sigue. En cierta forma todos somos ella); esta semana estrenan en Madrid en un cine oculto ( Pequeño Cine Estudio) la película de Godard.
No es casual. Ambos sucesos, eventos, hablan de lo mismo.
Una Europa errática como un buque de turismo masivo perdido entre imágenes y palabras, entre la memoria y una desesperanza irremediable.
Godard ha elaborado un collage de imágenes, sonidos, citas (todos querríamos escribir un libro de citas), pensamientos, sentimientos y proyectos fracasados. Quo vadis Europa, es el tema de la película, que se entiende muy bien, demasiado bien, por eso los circuitos marginales, estos días. De la nada ("he conocido a la nada-- dice una voz en off-- y estaba más bien delgada) a la nada.
No hay respuesta a las preguntas que uno grita en los bordes del abismo. Sólo ecos que las repiten.
Felices fiestas.

jueves, 16 de diciembre de 2010

El avatar del cuarto de al lado


"Cada cuarto propio comporta la posibilidad de contener un ojo que mira o su equivalente óptico artificial. La mirada viene dada por el pensamiento de que puede haber alguien al otro lado que observa. Cada edificio repleto de ventanas esconde en cada una de ellas, apagadas, la contingencia de camuflar un ojo voyeur, la eventualidad de ser una ventana indiscreta.
Resulta inquietante, atemoriza ese lado que no llegamos a ver sino como potencial mirada tras una cortina o tras una fisura entre la puerta y la pared. En ese transcurso, de descubrimiento de la mirada se produce un proceso de subjetivación: no vemos el objeto sino la mirada misma, aquello que en el gesto se convierte en una entidad mítica."

Así inicia Remedios Zafra el capítulo "El cuarto de al lado" de su Un cuarto propio conectado (Fórcola ediciones, 2010). Es un libro de fenomenología poética de alguien que ha nacido y habita en la sociedad-net, de una netiana que examina su vida y las vidas contemporáneas bajo la luz de Virginia Woolf, quien había convertido el cuarto propio en signo de identidad: un espacio-cuerpo libre de sumisión.




El cuerpo-espacio que es el cuarto conectado nos relaciona con nosotros mismos y con el mundo bajo un régimen de miradas múltiples: miradas a la pantalla, ruidos que conectan el cuerpo con el resto de los cuerpos de la vecindad, avatares de uno mismo que andan libres por un espacio material-virtual y que son algo más que espejos, algo menos que yoes-otro, algo diferente al yo con el que dialogábamos cuando nuestra existencia discurría en el cuarto-habitación de Heidegger, morada oscura de un yo solitario jesuítico.
El cuerpo-espacio conectado es un cuerpo-mente extendido por un espacio material e imaginario a la vez, solitario y poblado de miradas. El cuerpo-espacio donde se desenvuelven las identidades netianas es menos un lugar, sostiene Remedios Zafra, que una heterotopía.
Una ex-posición tan llena de sugerencias como de iluminación de las zonas remotas de nuestra existencia. Tan profunda como la piel.


sábado, 11 de diciembre de 2010

Los que confunden la vida y el lenguaje


Las cincuenta pastillas de Seconal que llevaron a Alejandra Pizarnik, en 1972, a las sendas negras de la existencia en la nube, marcaron la frontera de la vida y el lenguaje a quien se había negado a reconocer ese limen.
Para tod*s aquell*s para quienes esa frontera siga siendo un pantano que se sabe y no se quiere atravesar las palabras de Alejandra tendrán un sentido inmediato:

LOS DE LO OCULTO

PARA QUE LAS PALABRAS no basten es preciso alguna muerte en el corazón.

La luz del lenguaje me cubre como una música, imagen mordida por los perros del desconsuelo, y el invierno sube por mí como la enamorada del muro.

Cuando espero dejar de esperar, sucede tu caída dentro de mí. Ya no soy más que un adentro.

Ya no somos más que un adentro: residuos de un tiempo de fronteras y muros que se establecieron para ayudarnos (amenazarnos) a distinguir la realidad de la apariencia y terminaron encerrando las almas en un adentro que no quiso reconocer la realidad. Como si las palabras bastasen para distinguir la vida y el lenguaje.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

La noche de la valquiria


Ayer tuve la suerte de asistir (a la distancia proletaria que permiten las emisiones en directo a cines) al estreno de La Valquiria de Wagner en La Scala de Milán dirigida por Daniel Barenboim. Afuera, los italianos se manifestaban contra los recortes económicos en cultura y educación que está infligiendo el estado (italiano, todos). Se tocó el himno nacional (estaba presente el presidente Giorgio Napolitano) y, a continuación, el director, siempre consciente de su lugar y tiempo, comenzó por declarar su preocupación por el futuro de la cultura en Europa. Leyó el artículo 9 de la constitución italiana que promete la protección a la cultura científica y humanística y, tras un encendido aplauso, dio comienzo a la representación. Era imposible que tal marco no determinase la interpretación.
La Valquiria
es la parte de El anillo del nibelungo que ilumina más el mundo de los hombres: héroes y villanos, amores y odios de tribus. Los dioses (Wotan) son conscientes de su pecado: se han vendido al oro y ahora están amenazados por los ejércitos del mal: los ejércitos del nibelungo Alberich, que abominan del amor y representan la fuerza del poder del dinero, les amenazan y la lenta recolección de héroes muertos que Wotan ha emprendido no bastará para detener el curso de la historia. Creen los dioses que sólo un héroe (humano, libre) puede salvarlos. Wotan ha creído ver en el Welsungo Siegmund el sueño de este héroe (que los dioses sueñan con un héroe humano es el mensaje de Wagner. Que los dioses estén enfrentados a un destino trágico es el tema que resuena en el heideggeriano "demasiado tarde para los dioses, demasiado pronto para el Ser"). El héroe también está destinado a un fin trágico: los dioses tienen que elegir entre la moral del héroe y la moral convencional y eligen la última. Siegmund es condenado pero la Valquiria Brünnhilde salva el futuro (Siegfried) a costa de su propia inmortalidad: su precio es convertirse en humana.
Metáfora de la aristocracia cultural alemana en decadencia ante los ejércitos de la burguesía y el mercado, las parábolas de El anillo de los nibelungos sonaban anoche como trompetas que llamaban a un juicio final a los señores de Europa. Amor contra mercado, héroes contra dioses, valentía frente a los miserables que mandan. Weslungos por los bosques en perpetua huida de los bárbaros interiores, condenados al sacrificio por las diosas de los mercados (¿por qué se parecería tanto la diosa Fricka, esposa de Wotan (Ekaterina Gubanova) a Ángela Merkel?).
Como la prostituta de Pretty Woman atendiendo a La Traviatta, no pude evitar las lágrimas en varios momentos: el romanticismo me puede. Pero mi cabeza seguía maquinando: el tiempo de los dioses está feneciendo y llaman en su agonía a los héroes de los hombres. Como si el tiempo de los héroes aún fuese posible.
La nostalgia de Wagner, que resonó en la llamada de Daniel Barenboim, llenaba el espacio real de La Scala de melancolía y sueños de un mundo otro, desde éste, ya desencantado de sus esperanzas. Ahora que asistimos al final del sueño europeo, todos somos la valquiria. No queremos obedecer a los dioses; no sabemos amar a los héroes.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Retorno al eterno retorno


"Quizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas", escribe Borges en Otras Inquisiciones. Borges pensaba que las metáforas son muy pocas, aquellas que eternamente se repiten en los poemas bajo la apariencia de nuevas letras. Quizá toda metáfora es una historia resumida. Quizá tras la metáfora (ella misma una metáfora del viaje: los griegos de ahora llaman metáforas a los autobuses) haya tal vez una parábola, una proyección, un ejercicio de imaginación que nos lleva a un espacio conceptual en el que habitamos como se habita en una historia. Quizá, entonces, la historia universal no sea sino la historia de unas cuantas historias. Historias imaginadas una y otra vez por seres que han soñado ser lo que habían soñado querer ser, condenados eternamente a repetirse pues la memoria humana sólo acepta unas cuantas parábolas necesarias. Quizá todos hayamos sido Ulises, Lady Macbeth, Judas, Napoleón en Santa Elena. Quizá todos ellos quisieron ser nosotros.