domingo, 10 de marzo de 2013

El entredós del pensamiento


Hace unos días asistí a una mesa redonda en la que muy conocidos filósofos de mi país discurrían en maneras informales sobre amistad y pensamiento. El tono general era el de no hacer mucho caso a la amistad y mostrar el profundo amor por la filosofía que, se dejaba caer, era lo importante y en todo caso la causa de la amistad. Alguno creía sentir una profunda amistad por Platón o Hegel, o ambos, no recuerdo. Discrepé un poco, quizás también un poco impertinentemente, porque me parecía que la amistad es una parte de la vida tan seria o mucho más que la filosofía y que no tomarla en cuenta es vivir bajo un imaginario de filósofo ensimismado en un continuo repetirse "amicus Plato, sed magis amica veritas". Creía y creo que, aunque ser buena persona y hacer buena filosofía son cosas muy independientes, al menos para mí, hacer filosofía debe ser un medio de ser buena persona. En fin, no convencí a nadie ni lo pretendo.

He recordado este intercambio cortesano leyendo el viejo relato de Susan Buck-Morss sobre Theodor Adorno y sus relaciones con Walter Benjamin, Origen de la dialéctica negativa. Lo he leído para refrescar mis conocimientos sobre los orígenes de la Escuela de Frankfurt, pero he terminado leyéndolo como un relato agonístico entre amistad y filosofía.

Poco tenían en común Adorno y Benjamin, que fueron amigos hasta que Benjamin, cansado de vivir en tiempos oscuros, decidió acabar con su vida y con ella la amistad.

Adorno admiraba a Benjamin pero tenían dos visiones muy distintas de qué hace un filósofo en el mundo. Benjamin miraba las cosas, estrictamente las cosas, los escaparates, las películas, las fotografías, los vestidos de moda, como depositarios de una eterna lucha entre el deseo y la realidad, como devastadas ruinas de un sueño de ser de otra manera. Se encontraba muy cerca del proletariado cuando se emocionaba y reía con Charlie Chaplin y paseaba por París buscando en sus pasajes los signos de aquello que podría haber sido posible. Para él la historia se manifestaba menos en la voluntad que en el sueño y en la forma inintencionada de vagar por la ciudad.

Adorno no creía que el proletariado tuviese alguna conciencia de la historia y sus derivas. Era una clase, para él, sometida más aún en lo psicológico que en lo económico. Se pensaba a sí mismo contribuyendo a la desintegración de la burguesía mediante la desintegración final de su concepción del mundo, es decir, mediante la realización de su filosofía en una especie de desastre final. Nunca le importó la acción política, y cuando se confrontó con estudiantes que, siguiendo sus ideas, se levantaban contra el estado, se asustó y horrorizó, y se puso de parte del estado.

Pero eran amigos. Benjamin escribió "La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica" con el entusiasmo de quien cree haber hecho un hallazgo del pensamiento. Se lo envió a sus amigos expectante, con alguna dilación, con mucho miedo por su opinión. Adorno y Horkheimer se horrorizaron de sus ideas, parecía que Benjamin no era consciente de la dominación ideológica y del fetichismo de la mercancía y que se dejaba llevar del embrujo de las cosas. Scholem, su amigo estudioso de la cábala, consideró que el texto era demasiado marxista, demasiado ortodoxo. Brecht, su amigo más integrado en la política, lo leyó con mucha distancia e ironía considerándolo un ejercicio de misticismo.

No hay duda de que el escrito significó para Benjamin una de sus muchas derrotas en la vida. Eran tiempos oscuros. Adorno le apremiaba para dejar cuanto antes Paris e incorporarse al Instituto en Nueva York. Scholem le animaba a ir a Palestina. El respondía que no podía dejar la Bibliothèque Nationale de France y abandonar lo que ya únicamente le ataba a la existencia, su trabajo sobre los pasajes del París del XIX.

Benjamin nunca entendió por qué sus amigos no le entendían. Sus amigos nunca entendieron a Benjamin.

Es una de las historias más trágicas de la filosofía y una clave profunda del drama de vivir y pensar. Un drama que podemos vivirlo como tragedia o comedia, pero difícilmente escapar de él

10 comentarios:

  1. Paris,....,tengo que reconocer que las mejores descripciones de esta ciudad, las que más me han emocionado, son las que hace Emilio Zola en el entresiglos y la identificación de la clase proletaria.

    Pero aborrezco los juicios que Zola hace sobre los personajes empobrecidos, depauperados y absorbidos por el desarrollo de la ciudad industrial. Las calificaciones morales que este autor hace de sus personajes como viciosos, inmorales, etc. Dado que el los juzga desde la moral burguesa en la que había sido enculturado, me revulven las tripas. Pero no puedo dejar de ver y adorar los paisajes del Paris de entresiglos desde sus ojos.

    En eso debe consistir el ejercicio de dejar que el razonamiento de otros te permita iluminar más allá de tur propias luces. Amistad no tiene porqué significar estar de acuerdo en todo razonamiento, en toda construcción del pensamiento.

    A pesar de todo, a mi me hubiera costado bastante considerar amigo a monsieur Zola. Tal vez la filosofía sirva más a este típo de amistades.

    Ana la de la Carpetana

    ResponderEliminar
  2. Sí, algo así. A mí me gustan muchos autores, y de ellos he aprendido mucho, y sin embargo es gente con quienes ni siquiera me tomaría una caña. La filosofía es lo que tiene. No me gusta Sartre por más que lo considere un filósofo magnífico, ni Heidegger.

    ResponderEliminar
  3. Profesor ¿no le gusta Heidegger como filósofo o como persona? o como ambas.

    ResponderEliminar
  4. Cuando las diferencias filosóficas mutan a diferencias políticas y éticas pues entonces la distancia se convierte en un abismo insalvable. Todos tenemos en nuestro haber amistades trasnochadas por este motivo. Yo no le perdono a Sartre su Comunismo Sanguinario, ni a Heidegger su vinculación al nazismo aunque no deje de reconocerles su capacidad y talento para el lenguaje filosófico.
    Mario.

    ResponderEliminar
  5. No me gustan ni Heidegger ni Sartre como personas, pero he aprendido mucho de sus ideas, con las que discuto continuamente.

    ResponderEliminar
  6. Benjamin era un outsider de la filosofía, nada que ver con Adorno, con Sartre y mucho menos con Heidegger, todos ellos acomodados en su posición dentro del star system filosófico. Y era un marginal porque, ante todo, fue honrado consigo mismo, coherente con sus ideas y respetuoso con las de los otros.
    Salud

    ResponderEliminar
  7. Qué coincidencia. Leía esta misma tarde, en la sala de espera de una consulta médica, el artículo firmado por Enric Tello, "En qué sentido fue Paco un hombre bueno" (MIENTRAS TANTO, 119) que curiosamente refleja la propuesta que sostiene Fernando. Concluía Tello que "Su bondad no era sólo una cualidad innata...Tenía detrás mucho aprendizaje...una lucha por ser buena gente".
    Y en este esquema ¿dónde se coloca la amistad? ¿En la "virtud", en la luz que atrae y crea amistad y hace amigos?

    ResponderEliminar
  8. A estas alturas -a mis años- doy mucha más importancia a que se respeten mis cuestiones. Si "me entiende/n" ¡estupendo!
    Saludos de una alumna del Aula de Mayores

    PAQUITA

    ResponderEliminar
  9. Profesor Broncano, estoy interesado en escribir sobre la amistad. Además de los textos clásicos (Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Montaigne, Nietzsche, Derrida, Blanchot), ¿podría sugerirme algunos otros autores y obras? Gracias.

    ResponderEliminar
  10. Hola Luis, quizá mejor escríbeme a mi correo y lo hablamos fuera de la red
    Saludos

    ResponderEliminar