sábado, 30 de mayo de 2015

Tiempos largos, espacios vastos



Los años cincuenta y comienzos de los sesenta del siglo pasado fueron un intervalo apasionante en lo que atañe al pensamiento político y la resistencia cultural. Merecen ser revisados con más atención de la que se les ha dedicado hasta ahora. Dejando a un lado los giros de la socialdemocracia, sus terceras vías y otros intentos de sobrevivir a sus dificultades internas ideológicas, y dejando también al lado la filosofía política académica, que tiene su espacio (aunque  un poco ensimismado), lo que las generaciones más jóvenes tienen en el horizonte de sus lecturas es lo que se ha llamado pensamiento post-fundacionalista, post-comunista y con varios apelativos similares, Como muchas de las ideas de el tiempo que señalo han sido ocluídas por la etapa posterior, la que se ha denominado post-estructuralismo (Althusser, Foucault, posmodernismo de izquierdas), quienes leen a los nuevos maestros no encuentran incentivos para leer a quienes consideran superados.

Soy consciente de que la lista de la gente que hay que leer en estos tiempos, para entender muchas de las ideas que flotan en el ambiente, es larga: Rancière, Laclau, Mouffe, Negri, Agamben, Badiou, Balibar, Zizek, DeLanda, Boaventura de Sosa, David Owens, Butler,.. y que muchos de estos textos suponen familiarizarse con lenguajes un tanto extraños: Lacan, Derrida,... Pese a todo merece la pena, a quienes han estado siguiendo otros senderos, entrar en este bosque que ya es imprescindible para entender parte de lo que pasa. Pero cuando leo y oigo a quienes se mueven en estas aguas "post", a veces me parece que es como si se hubieran saltado un siglo de historia de las ideas y de las prácticas culturales y de resistencia, quizá porque son años que forman parte de lo heredado, y lo heredado se envía al cajón de los recuerdos como ya sabido y vestido demasiado. Así, las referencias históricas suelen ser ejercicios volatinescos: de Althusser a Benjamin, Lukacs, luego Spinoza, más allá la democracia griega y sus críticos.

Pero los años cincuenta finales-sesenta nacientes son años en los que se gesta una parte de lo está ocurriendo ahora, mucho más que en los setenta y sus revoluciones. Los cincuenta  son la década de la Guerra Fría sin casi coexistencia pacífica. Tiempos de amenaza y miedo que acabaron, sobre todo, con la fuerza y la alegría con la que la izquierda emergió de la II Guerra Mundial. El macartismo en Estados Unidos, la represión del levantamiento popular en Hungría, el acartonamiento estalinista de todos los partidos comunistas,... Sin embargo, allí donde está la enfermedad se encuentran los remedios. En los años cincuenta se gestó una transformación radical del pensamiento resistente (tendría que decir de izquierdas, pero ya me cuesta) que estableció el espectro de los posibles modelos de organización y transformación social, de modo que las generaciones siguientes se movieron dentro de esos cauces que habían sido establecidos en la época oscura de la primera Guerra Fría. En Estados Unidos,  cercana-lejana a la revista Partisan Review,  la exiliada Hanna Arendt publicó el imprescindible Los orígenes del totalitarismo, En Francia nació Socialismo o Barbarie, y una serie de pensadores que aún merecen lecturas serias: Lefort, Castoriadis, el propio Sartre y el genio anticipador de Guy Debord y la Internacional Situacionista, Y, en lo que me importa en estas líneas, en Inglaterra, nació un movimiento sin el que no se comprende lo que hoy llamamos "estudios culturales". Es el grupo formado por los críticos  Richard Hoggart, Raymond Williams y el historiador E.P. Thompson, junto a otros muchos que se articularon en los sesenta en la revista New Left Review,

Este grupo venía de la educación de adultos en los barrios obreros, Se les despreció intelectualmente pero no pudieron hacerlo humanamente. Fueron los más sensatos lectores de lo que Gramsci tenía de distinto frente a las políticas autoritarias de la izquierda. Reinvidicaron los tiempos largos para entender la historia: E. P. Thompson, en su La construcción de la clase obrera inglesa, postuló la idea, aún todavía sin repensar, de que las clases sociales no son sino que se hacen, son procesos históricos que se pueden detener o revertir. Pero sobre todo, Raymond Williams. En Cultura y Sociedad (1958) y, sobre todo, en La larga revolución (1961) examinó cómo la cultura era una fuerza poderosa para transformar la sociedad, y cómo quienes pensaban que "la sociedad primero", con sus instituciones, leyes, normas y poderes, se equivocaban de medio a medio. La larga revolución es un examen de cómo las transformaciones culturales cambiaron Inglaterra y sus escenarios de clases.

Eran gente radical. Ahora forman parte de la historia cultural, aunque políticamente estuvieron en los márgenes donde nacen las ideas más renovadoras y las actitudes más productivas. Sus críticos, sin embargo, han desaparecido sumergidos en la historia de la banalidad, mientras ellos siguen de pie, con unos textos que, cuando se leen ahora, todavía tienen la frescura que dan los tiempos largos y los espacios vastos.

La idea principal de Williams es la de que la cultura es lo común, el lugar donde nos encontramos: en la lengua, en la vida cotidiana, en el arte y en los discursos políticos. No habla de hegemonía, aunque conocía perfectamente a Gramsci, sino de las prácticas de largo aliento que transforman la sociedad en modos que no son notorios hasta que han sucedido. Williams llamaba a mirar lejos, hacia adelante, hacia atrás, a los espacios anchos. A no olvidar que somos parte (pequeña) de una gran historia. (Fue), fueron, los teóricos de la revolución cultural, que habría de malentenderse una década después.  Fueron buena gente.


2 comentarios:

  1. Estuve buscando información sobre algunos de los autores que citas de los que no he leído nada, me resultó muy relevante lo que decías de R Williams.
    Una vez, en unas jornadas sobre Filosofía y compromiso, escuché una ponencia de James Petras, que también se mueve en ese análisis de la cultura desde un punto de vista marxista pero aplicándolo a casos concretos. Después leí un libro suyo titulado La social democracia del sur de Europa, respecto al socialismo en España dice, por ejemplo, “al estilo de los pretéritos regímenes europeos liberales se asoció el liberalismo político con el liberalismo económico” y añadía (algo realmente premonitorio) que no sería extraño que la derecha acabara capitalizando el descontento. Y también me parece muy interesante el llamado Informe Petras sobre dos generaciones de trabajadores españoles. Sigue la misma línea de pensamiento que Chomsky, aunque se distancia de él en cuanto a opiniones sobre la política estadounidense en Oriente Próximo y el peso que tiene el lobby israelí. En cuanto a esto, quería decir que es más difícil y, también por eso más necesario, ser capaz de ver críticamente los grupos a los que ¿pertenecemos? (en eso Arendt tuvo mucho valor), y ser capaz de expresar los desacuerdos respecto a ellos. Aun así, entre ellos debe ser fácil hablar, al menos de política, no porque tengan posturas cercanas en casi todo sino porque se ven como iguales y la credibilidad respecto a sus conocimientos se da por supuesta (a fin de cuentas, el conocimiento siempre es insuficiente pero menos del que se muestra). Esto es otro tema, últimamente respecto a otras cosas que he leído, me planteo cómo contestar a ciertos tipos de discurso, si se recurre por ejemplo a estrategias sexistas o poco honestas, cómo establecer un nivel en el que se pueda hablar o de qué forma el silencio es una opción. Para mi no es una cuestión de nivel de altura, no creo que deba molestar que nunca haya considerado a nadie por debajo de mi, ni tampoco, claro, por encima. De qué cosas y con quién podemos hablar.

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  2. El seis de junio por la mañana envié este comentario a otro blog. No lo publicó. No pretendo que lo publiques pero quiero que lo leas:
    “Cuando la dignidad no es de “todo o nada”, o la misma que reconocemos al otro/a, estamos hablando de un tipo de dignidad más relacionada con la solemnidad nobiliaria y de postín, no por ello decorosa sino todo lo contrario, ostentosa y prepotente; yo podría empezar así un comentario a tu entrada y de paso citar la peli titulada Nosotros los nobles (en ella también interviene otra Ana Karina). También podría hacer alusión al oxímoron que considero que supone la teoría estética, a no ser que sea la del funcionario nihilista para el que el mar es sólo una imagen de vacaciones de verano. Pero decir todo esto no creo que nos lleve a nada que merezca la pena, y si lo contestaras supongo que utilizarías esos arquetipos femeninos y adjetivos tipo “pizpireta”, “liante” (como si lleváramos esas etiquetas en la vestimenta que juzga el varón) que muchos hombres (más de los que parece a simple vista) utilizan cuando intentan subestimar la inteligencia de una mujer, pero precisan para ello recurrir a ese tipo de discurso. Pero yo no quiero esto, no estoy hecha para ese nivel de disertación “intelectual”. Sí me gustaría decirte que recuerdo que en uno de los trabajos que hice a lo largo de los cursos en que me diste clase, se me ocurrió invertir los estados de Kierkegaard, veo que has seguido esa trayectoria, aunque yo creía que la estética podía culminar el viaje porque era una experiencia más libre y profunda que la ética y la religión. La ficción o el espectáculo sólo es entretenimiento (eso es todo lo que tiene de “entre”) pero no es esa la actitud estética, o al menos, no es ese estado estético al que yo me refería. Claro que aquel era un “caballero de la subjetividad”. Me pregunto si crees, por ejemplo, que van Gogh se reconocería y estaría contento con lo que se ha hecho con su arte y con su nombre, grandioso negocio, puro cliché; yo creo que no, que él preferiría que sus cuadros ardieran antes que acabar de ese modo la película.”

    (Siempre pensé que la Filosofía podía arrojar luz sobre los hechos pero no es cierto, eso sólo pueden hacerlo los seres humanos con sus actitudes y consideración hacia los otros, hacia cada tú concreto con los que coincidimos a lo largo de la vida. Me gustaría entenderlo pero a veces descubres aspectos de la realidad que no sospechabas. Estoy muy triste pero se me pasará; hay otras acciones falsas e incomprensibles más difíciles de asumir)

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