domingo, 6 de septiembre de 2015

Orgullo, prejuicio y resistencia



Cuando estudio teoría de la acción me sorprende la poca o nula referencia que hacen los autores a las condiciones sociales e históricas de existencia de los sujetos, agentes o personas. Simétricamente, cuando estudio teoría social me sorprende la poca o nula importancia que se concede a la agencia y subjetividad. La división académica del trabajo parece haber sido el refugio que se encuentra para quitarse un problema de encima que fue planteado con toda la crudeza por el pensamiento y la literatura románticos. Estoy empezando a organizar el programa de un nuevo curso que tengo que impartir en el segundo cuatrimestre, "Cultura y Poder", y he pensado que éste sea un hilo conductor que atraviese todos los temas, que intento organizar en relación con las varias formas contemporáneas de entender la cultura, su poder y su capacidad de dominio o resistencia.

Había pensado comenzar por un tema sobre el Romanticismo como actitud de resistencia, muy influido por el libro de Michel Löwy y Robert Sayre, Rebelión y melancolía. El romanticismo a contracorriente de la modernidad, pensando en que es el Romanticismo el que inventa uno de los usos contemporáneos del concepto de cultura, el de la resistencia contra la civilización burguesa; aunque, por otro lado, quería también hablar sobre el papel de la cultura en la configuración de los estados y el sistema económico modernos, es decir, sobre la idea de cultura como "civilización", es decir, sobre la "domesticación" que hace de los individuos "ciudadanos".

En medio de las dudas, un texto de Pierre Bourdieu, una conferencia leída en el Colegio de Francia en 1994, "Estrategias de reproducción y modos de dominación", me ayudó a resolver el problema. Es un texto corto en el que Bourdieu resume sus principales ideas y conceptos. Usarlo como marco y texto de lectura para el primer tema me ha ayudado a plantear las dos cuestiones, la de la subjetividad y la de la cultura en relación con la estructura social en los comienzos del capitalismo y el estado modernos.

Bourdieu resume su obra en dos partes: la que dedica a la estructura de distribución de las diversas formas de capital (económico, social, cultural, simbólico) y la que dedica a los modos de reproducción de las formas de dominación o de la distribución de capital. En el comienzo está la topografía de los grupos y clases y en este espacio se generan dispositivos y modos de preservar el estatus quo e incluso ascender en las diversas formas de dominio. En este contexto señala Bourdieu que uno de sus principales aportaciones conceptuales es la idea de "estrategias". Las estrategias son maneras en las que los agentes, a través de las prácticas, organizan sus posiciones en el espacio social. Son a la vez estructuras de la subjetividad y sistemas de inmersión práctica que ordenan las trayectorias personales y colectivas. La escuela de teoría de la acción de Bratman habla de "políticas", como supuestos que constriñen los planes de los sujetos individuales. Los neokantianos (Christine Korsgaard) hablan de "identidades prácticas". Hay aquí una posibilidad interesante de convergencia entre escuelas separadas.

Haciendo pie en esta armadura conceptual volví al problema de cómo plantear histórica y situadamente la cuestión del ascenciente papel que ejerce la cultura en la configuración del estado y la civilización contemporánea, y el de cómo el Romanticismo fue, en sus distintas modalidades, la forma cultural que hizo explícito esa función de la cultura. Así que me planteé cómo hacer visible a los alumnos ese despertar de la conciencia del poder de la cultura. Y aquí he encontrado un relato histórico casi perfecto. Es la obra de Jane Austen, y en particular, por su lucidez sociológica, Orgullo y Prejuicio.

Es una tan interesante por lo que dice como por lo que calla: la Revolución Francesa y la Revolución Industrial son horizontes elididos, pero presentes en la lejanía, en la tranquila vida de la clase media en la campiña inglesa, transformada en los albores de la modernidad para posibilitar una nueva alianza entre el capital industrial y el terrateniente. En este escenario, los sujetos, las mujeres fundamentalmente, plantean sus estrategias de supervivencia en los espacios sociales intentando mantener o incrementar sus personales dotes de capital cultural, simbólico o, simplemente, económico. El invento de la familia burguesa fue un elemento central de la reproducción social en la edad moderna. La división social del trabajo cultural encomienda al varón el capital económico y a la mujer la preservación de la moralidad y, por ello de las estructuras sociales. La cultura victoriana es interesantísima en sus representaciones del varón orgulloso y libertino que confía en que su esposa eduque a los hijos en una moralidad que, por su parte, no tiene absolutamente ninguna vergüenza de perpetrar cotidianamente.

Stendhal o Balzac podrían haberme suministrado igualmente buenas reconstrucciones de la lucidez de la novela moderna respecto al lugar de la cultura y sus papeles de reproducción y resistencia, pero Jane Austen tiene respecto a ellos la infinita ventaja de representar el papel de los dominados (las mujeres) en un mundo que les desborda y en donde sus posibilidades de acción están absolutamente constreñidas. A veces limitadas a las contingencias de lo que pueda suceder en el espacio público de un baile donde se juegan, se compran y venden, sus propias vidas. Bourdieu, Austen, Una mezcla perfecta.

Se agradecen críticas, comentarios y sugerencias.

1 comentario:

  1. Me parece un tema apasionante. Además, la introducción del romanticismo y la función que tiene en él la cultura es muy buena idea. Lo único en lo que me parece que la problemática puede produndizarse es en el sentido de "cultura" que estás utilizando. Todo parece indicar que la "cultura", tal y como utilizas el concepto, es un aspecto al mismo nivel o estatuto ontológico que la sociedad. El recurso a Bourdieu y su noción de "capital cultural" creo que ya encierra a la cultura en ese plano. La cultura, así, parece reducirse a un aspecto del mundo socio-político, como un ingrediente suyo. Pero hay un sentido menos restrictivo de "cultura",un sentido más amplio, que es el de "conjunto global de comprensiones del mundo, modos de vida, ethos, etc". En este último sentido, dudo mucho que la cultura y la sociedad estén al mismo nivel. Lo social, por el contrario (en este sentido más amplio) es una forma de organización que presupone, como anterior, a la que se realiza en la cultura viva. Perdona mi terrible falta de anonimato en esto, pero es que he trabajado este asunto con intensidad en mi último libro (El ocaso de Occidente, Herder, 2015). En la primera parte indago qué es la cultura en ese sentido amplio. Quizás, condensadamente, la cuestión aquí pertinente, está en el capítulo 3 (Cultura y génesis sociopolítica), especialmente en el parágrafo 3 de ese capítulo ("Geogénesis. Hatus social y rhythmus cultural). Ahí intento mostrar que lo social y lo cultural son dos caras heterogéneas de una misma moneda y que se relacionan interactuando entre sí. Gracias por comunicar tus pensamientos y dar la posibilidad de un diálogo.

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